La batalla de la oración no consiste en rogar a Dios que lo ayude a hacer su voluntad, o en tratar de convencerlo de la magnitud de una necesidad determinada, sino en unirse a Cristo para expulsar y derrotar a Satanás, liberando así a los cautivos de éste. Luchar en la intercesión es avanzar contra las fortalezas del diablo y desalojar y expulsar de ellas a sus fuerzas demoníacas. Satanás es un impostor que no tiene ningún derecho a dominar y esclavizar la vida de aquellos por quienes Cristo murió, ni a atormentar u oprimir a la gente, embaucándola y asustándola para que se someta a él. El diablo ha sido vencido por completo en el Calvario (capítulo...